El sentido de
la lectura literaria en contextos de violencia es un mecanismo para
desinhibirnos, gritar y sanarnos, cuando nos encontramos con la lectura podemos
hablar nuestras vidas a través de ella.
Michèle Petit,
es una socióloga y antropóloga francesa, que ha trabajado por ahondar en
el sentido que yace en la subjetividad del ser humano a través de la lectura y
la contribución de ésta en la construcción o reconstrucción de sí mismo; sobre
todo, cuando el hombre se enfrenta a la crisis de identidad en cualquier
contexto de la vida ya sea por entes sociales, políticos, económicos y
culturales entre otros como los de conflicto interno armado en países como
Colombia para no ir tan lejos.
En su ponencia
(La lectura íntima y compartida)la autora nos señala que “la lectura no puede
curar el mundo de sus violencias” ni resanar las memorias, ni curar las heridas
grabadas en las pieles de la historia, ni mucho menos estucar un alma
silenciada por la injusticia y la violencia, pero en cambio, si puede ser una
trocha iluminada sutilmente por el claro de una luna llena que alberga en cada
una de nuestras mentes y esperanzas para descubrir, construir y reconstruir, la
grafía de nuestras vidas tachada por nosotros mismos, por nuestra negación y
por una resistencia cobarde e ignorante ante el hecho de emanciparnos del
lastre horrible de la repetición porque sencillamente es lo más fácil, porque
es lo que conocemos, porque es lo que ya dominamos así nos consuma y nos opaque
el brillo.
Por lo anterior,
estoy de acuerdo con Petit cuando señala que “la lectura, y particularmente la
lectura de obras literarias, permite así explorar, formalizar, agrandar,
reparar el mundo interior” Uniéndonos a su vez, al mundo exterior; en otras
palabras, la lectura es como el contraste en las venas que lucha por reparar
nuestros sentimientos, eso que a simple vista no se ve, pero que nos diferencia
de las máquinas, porque más allá de buscar la erudición, busco en mi caso
personal otros mundos, otros puertos, otros vientos que me sigan hablando de la
magia de la sanación, la reconciliación y el amor.
De otra parte,
en esta intervención de “la lectura íntima y compartida” la autora intenta
convencernos citando a Beatriz Helena Robledo que “un libro es quizás la única
puerta que puede permitirles atravesar el umbral y saltar al otro lado”
Oh Dios, saltar
al otro lado…
¡Pienso, que es
una de las mejores formas de describir el arte y la experiencia de leer!
Pero hablemos
un poco de Beatriz Helena Robledo, ella es una joven mujer que interviene por
medio de la lectura la vida y realidad de adolescentes colombianos que han sido
maltratados por nuestro conflicto interno armado, viendo morir a sus
familiares, defendiendo sus vidas matando otras vidas, siendo aprisionados por
estos grupos al margen de la ley o simplemente abandonados por enfermar. Las
actividades de lectura con ellos, buscan reconciliarlos con una infancia
perdida y arrebatada, para que entre narración y narración puedan sanar su
presente y proyectar un mejor futuro. Citando a Robledo, Petit resalta “«Una
biblioteca o una colección de libros tiene mucho que hacer en una población
marginada. (…) Muchísimo más que brindar información o apoyar la educación
formal. Para ciudadanos en condiciones medianamente normales de desarrollo, un
libro puede ser una puerta más que se abre, en cambio, para aquellos que por
circunstancias de la vida han sido despojados de sus derechos fundamentales, o
de sus mínimas condiciones humanas, un libro es quizás la única puerta que puede
permitirles atravesar el umbral y saltar al otro lado.»”
Citemos otro
ejemplo, Mira Rothemberg otra joven mujer que en los años cincuenta, debía dar
clase a un grupo de niños judíos provenientes de Europa Central quienes su
mayoría habían nacido en campos de concentración o en su directa proporción
habían sido abandonados por sus padres durante la guerra para darles la
oportunidad de escapar de los nazis, ellos, sobrevivieron como pudieron,
asilados por campesinos o religiosas y que por reunificación familiar y la
ayuda de organizaciones fueron transferidos a Estados Unidos. Estos pequeños
niños tienen una mirada de piedra, apunta Rothemberg, “son niños desollados
vivos, violentos, no tienen confianza en nadie y simplemente viven por
encontrar su tierra de origen” tanta crueldad.
¿Cuál sería la
gran hazaña de esta mujer? Cita Petit a Rothemberg “Yo debía enseñarles
historia, lectura, escritura, aritmética. Yo debía civilizarles, hacerlos
aceptables a los ojos de los Estados Unidos de América. Era un chiste amargo y
cruel. No aprendían nada. Luego, un día, aprovechando un sosiego en sus
arranques de odio, les hablé de los Indios de América. Les conté como esos
hombres a los que les perteneció el país habían llegado a ser refugiados en su
propio territorio, del cual los habían desposeído. Encontré un libro de poemas
de Indios que hablaban de la tierra que amaban, de los animales con los que
ellos vivieron, de su fuerza, de su amor, de su odio y de su orgullo. Y de su
libertad. Los niños reaccionaron. Algo se había movido en ellos. Los Indios
debían experimentar por América lo que ellos mismos sentían por su país de
origen. Todos nos convertimos en Indios. Quitamos los muebles de en medio del
salón. Instalamos tiendas y pintamos un río sobre el suelo. Construimos unas
canoas, unos animales de tamaño natural en papel maché (...). Los niños
comenzaron lentamente a liberarse de sus caparazones.”
Otro
antecedente recogido por Michèle Petit, es sobre la vida que se lleva en los
suburbios o barrios de la periferia urbana y el contraste de éstas con la
contribución de bibliotecas públicas que luchen contra la exclusión, ahora
conoceremos a Daoud, un joven senegalés que hace referencia a: cita Petit
“"Cuando se vive en los suburbios, está uno destinado a tener malos
estudios, a tener un trabajo asqueroso. Hay un montón de cosas que te hacen ir
en cierta dirección. (…)(Los “vagos”) hacen lo que la sociedad espera que
hagan, y nada más. Son violentos, son vulgares, son incultos. Dicen: "Yo
vivo en los suburbios, entonces yo soy así", y yo fui como ellos. El hecho
de tener bibliotecas como ésta me permitió entrar, venir, encontrarme con otra
gente. Una biblioteca sirve para eso... Yo elegí mi vida y ellos no."
La finalidad de
Michèle Petit en esta intervención, busca hacernos sentir que para los jóvenes
en situaciones extremas la lectura bien sea de un poema o una leyenda permite
“salir de las obsesiones, desligarse y dar la cara a lo real” o como diría yo,
la lectura me confronta con la vida.
La lectura como
otro espacio, otro tiempo
A mi juicio,
coincido con Petit en que la lectura se haga donde se haga, bien sea en la
habitación, el parque o una biblioteca abre en la vida un espacio, una pausa,
un respiro, en otras palabras el tiempo se detiene, con la lectura siempre
busco agarrarme de manera mágica a mi existencia. La lectura nos reconcilia con
nuestros miedos y odios, por ejemplo, en los contextos violentos como se
menciona anteriormente la lectura permite que no sigamos siendo reclusos y/o
rehenes porque sencillamente a través de estos espacios podemos escapar y
porque no emanciparnos, como le pasó a Rosalie, cita Petit “«La biblioteca, los
libros, eran la mayor felicidad, el descubrimiento de que había otro lugar, un
mundo, allá lejos, en el que podría vivir. En ocasiones hubo dinero en la casa,
pero el mundo no existía. Lo más lejos que llegábamos era a la casa de mi
abuelita, en vacaciones, en los límites del municipio. Sin la biblioteca me
habría vuelto loca, con mi padre gritando, haciendo sufrir a mi madre. La
biblioteca me permitía respirar; me salvó la vida»”
Quiero ahora
seguir retomando a Michèle Petit pero desde otra perspectiva. La lectura: abre,
despeja, sana y todas esas cosas lindas; pero, se han preguntado si por el
contrario la lectura nos parece el peor castigo ¿Qué pasa si leer no es siempre
un placer? En entrevista para el Clarín de Argentina (2009), la autora responde
“En medios en los cuales leer no siempre es un placer, porque es difícil,
porque existen obstáculos como el alejamiento geográfico, dificultades
económicas y prohibiciones culturales, o porque quizás la cultura escrita no
estuvo presente, la persona que no lo experimenta puede sentirse aún más
excluida. En esas situaciones desfavorables, muchos logran leer gracias a los
mediadores, al acompañamiento cálido de algún facilitador con gusto por los
libros, que logra hacer deseable su apropiación” cito lo anterior, porque pasa con frecuencia
que muchas personas detestan el hecho de estar frente a frente con un libro y
la única forma que encuentro para ayudarlos a saltar al otro lado es
narrándoles, leyéndoles en voz alta, esto es para mí como una puesta en escena
donde la estética de la historia que leo se quiebra en muchas mariposas
amarillas para dejar penetrar la luz de otros imaginarios en sus vidas. Es lo
que pasa con Pilar otra joven mujer quien dice, cita Petit “A través del libro,
cuando uno mismo tiene pensamientos, angustias, en fin, no sé muy bien, el
hecho de saber que otras personas los han sentido, los han expresado, eso yo
creo que es muy importante. Es, tal vez, porque el otro lo dice mejor que yo.
Hay una especie de fuerza, de vitalidad que emana de mí porque lo que esa
persona dice, por equis razones, yo lo siento intensamente”. Y creo que ella lo
siente intensamente porque encuentra fácil conectarse con esos espacios, con
esos encuentros íntimos entre la narración y uno.
Cuando nos
narran, el mensaje llega en forma de eco y esto se cuenta como otro espacio
para rehacerse y volverse a reconstruir, cuando nuestra profesora Clara Cuervo
nos lee mi cuerpo y alma se vuelca a una zona de tranquilidad, su voz llega con
trolls que cargan caramelos en sus melenas y con angelical sonrisa me regalan
uno, es un deleite escuchar sus narraciones “lo encuentro fascinante porque de
niña nunca me leyeron”
No ovacionaré
más a la lectura, me ovacionaré a mí
misma por no haberle negado la oportunidad de colorear mi universo.
Ana Mayleth Peralta Enciso